Seguidores

sábado, 19 de octubre de 2013

Y encontré un clavo en un pajar.

Dicen que la mejor manera de superar un amor es usar como referencia el oidoso "Un clavo saca otro clavo". Y es que para mí tirar de eso me parece de lo más rastrero, ya que no sólo estas jugando a coger un comodín y si no funciona ir a por otro, sino que juegas con la ilusión de una persona que va con toda la intensión de llevar una relación estable. No me voy a poner a explicar en qué consiste porque imagino que todo el mundo sabe de lo que estoy hablando.
Y es que hablo de esto porque esos clavos quieras o no acaban apareciendo por arte del destino, un destino un poco caprichoso que te tienta y tú como simple pieza de su juego caes. 
Ese clavo no tuve ni que encontrármelo, ya lo tenía a mi lado desde hace un tiempo, y es que era cuestión de tiempo que me parara a mirarla con esos ojazos verdes, poco a poco sentía más ganas de estar a su lado y era reconfortante saber que podía olvidar al "otro".
La cosa con la chica avanzó, y ahora los dos sabemos que tenemos demasiadas cosas en común como para que no haya nada, pero la conozco tanto que sé perfectamente lo que quiere, una relación sin ataduras, y a mi eso me viene perfecto.
Pero la duda siempre asoma, ¿paso página de una vez, o me aferro a un simple recuerdo? 

viernes, 18 de octubre de 2013

Incertitude.

Me encanta pensar que una pequeña duda lleva a un gran error, que las cosas giran y giran y por lo tanto cambian, pero lo que más me apasiona es que un simple descuido del destino pueda ser responsable de una nueva ruta.
Reír, que difícil es reír sin parecer idiota cuando algo no va bien, pero era demasiado gracioso dentro del "drama" como para no hacerlo.
 Y es que toda esta tontería es culpa de un simple móvil, se puede resumir en que todos los contactos que tenía decidieron borrarse y quedar guardados sin nombre en Whatsapp. "Oh, vaya se me han borrado los contactos pero al menos permanecen ahí, tampoco es tan grave, mañana los apunto en una hoja por si se volvieran a borrar :)". Día siguiente: R.I.P móvil. 
Hasta aquí un típico drama adolescente, pero es que no es sólo "me he quedado sin móvil, no soy nadie", es un "Jajajaja, no copié los números, no tengo el móvil del chico que me gusta jajaja, sí sí, ese número que tanto me costó conseguir, y que tantas sonrisas provocó". Por una parte, wow, esta vez te has superado, mejor no lo podrías haber hecho. Pero por otra parte es puff, una grandísima oportunidad que el destino me pone a huevo para que le olvide. Sería un gran paso, no reparar aquel viejo móvil y dejarlo en el olvido junto con tantos recuerdos acumulados. Esta incertidumbre me está matando, qué hacer y qué no hacer, ¿qué me espera mañana?
Esta es sólo una entrada más, que tal vez sea la más inútil jamás escrita, no sólo por la evidente originalidad del tema, una absurda anécdota, sino porque no hay nada más en el mundo que adore el ser humano que tropezar con la misma piedra. 
Y es que lo intente o no voy a seguir pensando en él, aunque cada vez lo haga menos, pero esa maldita piedra tiene algo que me obliga a quererla. Y es que cómo no se puede adorar a esa piedra, con alguien así quién no querría tropezar.
Por lo que veo el destino insiste en susurrarme: "Juguemos a ser dioses, juguemos a probarte o juguemos y apostemos cuánto tardas en darte un buen golpe, pero juguemos".