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domingo, 9 de septiembre de 2012

Reflexiones de verano.

Temblando por dentro, mis oportunidades se acababan y no tenía la seguridad de que volviéramos a hablar en verano ni mucho menos quedar, todo esto una semana antes de que terminara el curso. Sabía perfectamente que me iba a costar no verle al menos una vez al día y me atemorizaba no disfrutar de mi verano por ello. Mis vacaciones empezaban con dudas, millones de dudas, pero la mayor de todas era "se lo digo o no se lo digo", tenía clarísimo que sentía algo por él, algo que pocas veces volveré a sentir y no podía dejar pasar la oportunidad quedándome de brazos cruzados. No es el miedo al rechazo, eso ya está más que asumido, sólo quiero saber si existe una mínima posibilidad para luchar por él, y lo quiero saber ya, estoy harto de que las rayadas y las comidas de cabeza entren en el orden del día.
No puedo evitar pensarle, siempre hay un momento del día en el que algo o nada me lo recuerda, en ese momento suspiro y pienso "le quiero". Si no hubiera notado señales o un pequeño interés por su parte, nunca me hubiera empezado a montar historias y ahora mismo no estaría sufriendo como lo estoy haciendo. Entre mis dudas, mis reflexiones y demás ideas, mi verano se estaba conviertiendo en un bucle de rayadas, y después de tanto tiempo pensando he decidido hacer lo que me salga en el momento. Hasta ese momento solo me queda esperar, pero mis ganas de verle no quieren tanto tiempo de margen, quieren verle de nuevo, y cuanto antes. Esto empieza a ser demasiado exagerado e intenso, ¿cómo se puede querer tanto a alguien con el que apenas has tenido contacto, con el que tan sólo has tenido conversaciones de 5 minutos? Todo siguió un efecto dominó y así lo que empezó como un simple tonteo, pasó a un te quiero, y de los te quiero a una obsesión.

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